Hay que tener muchas ganas de estar solo para irse a vivir a cualquiera de estas casas. Están situadas en los confines del mundo, en lugares preciosos pero alejados de la civilización. Estas casas aisladas son el mejor ejemplo del dicho ‘más vale solo que mal acompañado’ y es que sus inquilinos no tienen ninguna compañía.
En una isla solitaria, en el medio de una plantación o en algún punto remoto de un extenso prado, estas casas tienen la ventaja de que el contacto con la naturaleza es puro y auténtico. A veces la soledad se puede suplir con la compañía de la propia naturaleza. Lo malo es conseguir el abastecimiento de víveres y sobre todo conseguir un médico si se diera el caso. Si fuera yo, me gustarían todas pero para el fin de semana solamente.
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Extraído de: yourshotblog.nationalgeographic.com